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Sostiene Courbet

Antonio Tabucchi ha muerto en Lisboa. Tenía, desde 2004, nacionalidad portuguesa. Ser español o portugués —por voluntad propia— es una decisión que, creo, da sentido una vida. Mi padre repetía —hablaba poco— que no le hubiera importado ser negro. Debe ser algo parecido: una declaración de principios. Ando estos días de extraña primavera con L’origine du monde en la cabeza. Gustave Courbet lo pintó, óleo sobre lienzo, en 1866. Pierre Michon escribió La Grande Beune en 1996 (Anagrama, enero 2012, con el título del cuadro). Se lee, traducido por Gallego Urrutia, en la página 27: «El morado de sus ojeras me desgarraba, su perfume en el bosque me crecía en el vientre. Se alejaba, la falda le susurraba más alto que los árboles, los tacones perforaban las hojas caídas». En 1955, París todavía era una fiesta, Jacques Lacan, «la primera virtud del conocimiento es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente», compró el cuadro. Ahora pertenece al Estado francés: asuntos de impuestos, pulsiones y deudas. Joanna y Mark recorrían la costa en un MG verde oliva como podían haber comprado chocolate en Bayonne, una mañana de agosto, al volante de un Ford gris. Pierdo el tiempo, Teniente Drogo, como si fuera eterno. El manojo de llaves, «todo lo racional es real, y todo lo real es racional», brilla en la oscuridad, esmeraldas en un pozo, y me acerca otros ramos: iris y margaritas. Cierro los ojos, el severo Hegel al fondo, y me aburro (un rato largo) de mí mismo: imposturas. Escucho Gymnopèdie 1 y pienso en cajas de música y autómatas sin rostro. « Longtemps, je me suis couché de bonne heure. Parfois, à peine ma boggie éteinte, mes yeux se fermaient si vite que je n´avais pas le temps de me dire : je m´endors. Et, une demi-heure après, la pensée…»