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«Dudas ontológicas»

Sospecho que esto ya no es lo que era. El mundo cambia y yo, desde esta guarida de papeles impresos, no logro comprender —como diría el inteligente Polanyi— la nueva gran transformación. A medida que mis lecturas avanzan, menos entiendo lo que ocurre. Recuerdo un personaje de Anatole France, olvidado escritor francés, Premio Nobel (1921) y uno de los principales apoyos de Zola tras el Yo acuso, que decía algo parecido ante la inmensidad de conocimientos que albergaba una biblioteca privada. No estoy seguro —maldita memoria que sólo reivindica el espacio del dolor— pero quizá fuera en Le crime de Silvestre Bonnard, traducción patria: El crimen de un académico. Paso de lo sólido, cuando el mundo laboral y vital era inteligible, a lo que se desvanece en el aire. Marx era medio poeta y leía a Demócrito y Epicuro. Así empezó su corta carrera universitaria: estudiando la filosofía clásica de la naturaleza. Hablo con George de la refundación —arreglos de chapa y pintura— del capitalismo financiero y otros asuntos mayores mientras ojeamos galeradas por los despachos y él roba (con mi complicidad) las Memòries (1876-1936) de Francesc Cambó editadas con esmero por La Butxaca. George es medio soviético —ucraniano, luego antiguo ciudadano de la URSS— y entiende bien estas arduas cuestiones políticas y económicas. A él, confiesa, tampoco le parecen razonables las declaraciones de los políticos reformistas (así los denomina), máxime ahora que su novia le ha dejado —aduciendo incompatibilidad con su afición a los pepinillos y al vodka— por un organista con bigote. Ni que estuviéramos ante el Tribunal de la Rota Romana, comento, a modo de consuelo.